A oídos sordos…


Los hisopos son malos consejeros, y malos compañeros. Si había dejado de usarlos desde que mi sapito mayor en tenía año y medio, ¿cómo podía tener un incidente de este tipo? Resulta que el pibe se tiró a lo bestia (cosa habitual en él) sobre el sillón de la sala, con el hisopo en el oído. Si, del lado que tenía el hisopo. Resulta que el pibe disfruta mucho limpiarse los oídos él mismo con el hisopo, y si intento hacerlo yo, hace un escándalo tal que los vecinos podrían llegar a pensar que se está por desatar la tercera guerra mundial. Y una, como buena #MalaMadre que es, prefiero dejarlo a tener que escucharlo. Mal hecho, muy muy mal hecho. Pues, el pibe es tan rápido, que no llegás a gritarle (y aquí no olvidamos del Rinoceronte Naranja), «¡¡No te tires con–!!, que ya está llorando porque se enterró el hisopo en el oído.





Por suerte no pasó a mayores. Pero esta #MalaMadre se tuvo que fumar tuvo que escuchar los sermones de la médica de la guardia, a la que acudimos un domingo a la tarde, después de ver que el oído sangraba, poco pero ¡sangraba!; y del otorrino, al día siguiente, a la semana , y a la semana siguiente, durante por el cláisco «traelo que quiero ver como queda» (y todavía me estaría faltando un nuevo sermón, puesto que la semana que viene me toca llevarlo de nuevo). Sermones tales como que los hisopos no sirven para nada, que es mejor tirarlos, que los oídos se lavan sólo con agua, y que la cera del oído, en el oído se queda, porque está ahí para proteger. Cosas que ya sabía, por cierto. El cuerpo es sabio, y si hay cera en el oído es para protegerlo, si hay mocos en la nariz es para que no entren bacterias ni bichos, y si hay pelos en la áxila… Bueno, me entienden, de todos modos, las mujeres no vamos a andar con pelos en la axila, por más beneficioso para la salud que sea ¿cierto?









Cuestión, que llevamos tres semanas de algodón en el oído al momento del baño, porque al pibe no le puede entrar agua, y fue una semana de un antibiótico horrendo, que me costaba media hora que lo tome, sólo para que luego escupa la mitad (y yo que pensaba que esta etapa se había ido junto con los terribles dos años). Y ¿todo por qué? 







Hace meses que el otorrino y el fonoaudiologo pasaron a formar parte de nuestros días. Fue un día, allá en el pasado, en el que decidí pedir una consulta con el fonoaudiologo porque tenía la sensación de que el niño no oía bien… O se estaba haciendo el sordo para pasarla bien. Resultó ser la primera. Era leve, muy leve pero ahí estaba, una pequeña sordera provocada por, quizás, mocos alojados en el oído. Así que le mandaron un tratamiento a ver si la cosa mejoraba. Y algunos estudios, cuyos resultados fueron una amigdalas algo más grandes de los normal, pero no lo suficiente para preocuparse por el momento. Claro, eso también podría estar ocasionando la sordera.







Fue en la última visita a su pediatra, en la que la doc pudo ver todos sus estudios, que ella decidió mirar sus oidos con detalle. Y pudo notar que había demasiada cera y que, por eso, no llegaba a ver el tímpano con detalle. A mi madre (que es la que me acompaña en la difícil tarea de llevar a los demonios al médico, juntos), se le ocurrió que podía usar un producto, de esos que te ayudan a sacar la cera del oído, y le pregunto a la doc si era posible usarlo. A lo que ella dio el si. Pues, para usslo, había que valerse del hisopo. Y así llegamos…







Bueno, y entendimos el asunto, y si hay cera, que se quede ahí… Y si es demasiada, lo llevaremos al otorrino y que le hagan un lavaje. Conclusión, los oídos mejor no lavarlos, tal como lo leí en esta nota hace unos días.





Por cierto, después del tratamiento, la sordera ha desaparecido. Los hisopos están en casa, pero bien guardados, los uso para hacer algún otro DIY, son muy buenos para difuminar acuarelas o hacer algún cachetito rosa.








Imagen destacada: Freepik.es













Descubre más desde Una Brujita

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.

Artículos recomendados

Deja un comentario