Es inevitable. Apenas nace un bebé ya están todos buscándole el parecido. «Es igual al papá», «Se parece a la mamá», «Tiene los ojos del abuelo».
¿Se parece a alguien? Siempre pensé que todos los bebés recién nacidos se parecían entre sí. Los parecidos a la mamá o al papá (o a cualquier otro miembro de la familia) se van dando con el paso del tiempo. Y ese pensamiento no cambió cuando fui mamá.
¿A quien se parece? Solían preguntarme cuando Sapito Mayor tenía apenas días de vida. «Que se yo», era mi respuesta, «para mi no se parece a nadie».
Con el paso del tiempo el parecido con Papá Sapo era inevitable para la gran mayoría. La verdad, no era algo que me moleste.
Pero las cosas cambiaron con el segundo. Recuerdo cuando imaginaba su llegada. Nunca tuve dudas de que se parecería a su hermano… Lo que nunca imaginé era que el parecido fuera tal.
Tal que todo el que conoce a ambos no duda en decir «son iguales«. Y claro, como el primero es el primero, la gran mayoría suele llamar al segundo con el nombre del primero en diminutivo.
Antes me parecía divertido. Hasta publique en Facebook la foto de ambos a las pocas horas de vida, desafiando a mis amigos a que adivinaran quien era quien.
La cuestion es que cuanto más pasa el tiempo, más se parecen. Diría yo que, si tuvieran el mismo tamaño, la gente pensaría que son mellizos.
Y no sólo en lo físico, también en las actitudes, gestos y demás.
Pues si, ¿para que voy a negarlo? Yo misma, suelo confundirlos a veces.
Si, son hermanos, se parecen. Pero el salir a dar una vuelta y que la señora del kiosco, a la que nunca vi, me diga, son iguales ya empieza a molestar. Llevar al pequeño al jardín de su hermano y que las seños, las auxiliares y las porteras lo reciban nombrándolo como a su hermano, molesta. Por algo le puse un nombre, le di una identidad. No es el hermano de, ni la copia fiel de su hermano.
Después de todo, pienso… Él va a ir al mismo jardín de su hermano, y al mismo colegio. Va a tener las mismas maestras, la misma directora, las mismas auxiliares.
Y, ya es bastante lo que pasan todos lo hermano menores… Ya saben, la eterna comparación con el hermano. «Tu hermano era inteligente», «tu hermano era un dulce», «tu hermano era terrible. Además de eso, tiene el karma de la portación de cara.
Algún día, el mismo se va a cansar de las comparaciones. Después de todo, las comparaciones son odiosas… Aunque también son inevitables.
Mientras tanto, yo me limito a contestar a cada comentario: «Si, se re parecen», y trato de fomentar que cada uno tenga su misma personalidad. Aunque el segundo ya hace las mismas payasadas que su hermano, repite lo que dice y lo sigue por doquier. Bien, es su modelo a seguir…
Y que decir, para todo el mundo, ellos serán iguales… Pero para mi, jamás será así.
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