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¿Quien iba a decirme qué iba a ilusionarme hasta las lágrimas al ver unos cuantos garabatos hechos con uju nos marcadores de colores? Peor aún, ¿Quien iba a decirme que ni siquiera me iba a importar que esos garabatos estuvieran sobre el diario que ni siquiera había podido ojear o sobre el libro de García Márquez que me acababa de comprar?
«Rasgo irregular hecho con la pluma, el lápiz, etc.»
O con un fibron indeleble, tal como hizo Salido Mayor el día que sus garabatos más que emocionarme me dieron ganar de matarlo salir corriendo. Estábamos sólos en casa, yo embarazada. Fueron unos segundos de descuido, antes de darme cuenta de que había escrito toda (y cuando digo toda, lo digo en serio) su mesita y sus sillas blancas con fibron Negro. Hoy lamento no haber sacado una foto de la escena del crimen, pero en ese momento en lo único que no pensé fue en retratar el momento. Fue un largo rato, mucho alcohol y cif limpiador, y un gran esfuerzo, para reparar los daños.
Pero, fuera de ese incidente, (desde el cual, los fibrones indelebles están guardados en un lugar muuuy alto), los garabatos suelen emocionar. Y ni te digo cuando los garabatos empiezan a tomar formas… Aunque el insista en que es un avión y vos sólo veas una flecha.
En mi caso, el mayor está en esa etapa en la que dibuja rostros, un poco deformes y hasta letras. Sabe escribir su nombre y algunas otras letras…¡imaginen mi emoción! En cambio, el menor, está en esa etapa en la que no podes dejar un lápiz a su alcance porque te escribe los pisos. ¡Por suerte los marcadores indelebles siguen escondidos! Pues ya se ha topado varias veces con un lápiz perdido y ha decorado los pisos de mi Living.
La última obra maestra del más pequeño de la casa, el lienzo, mi escritorio. |