Vivaracho, picaron, caprichoso, llorón, inteligente. El pequeñín de la casa desborda simpatía, esa simpatía que a su hermano le falta. Siempre Feliz, siempre con una sonrisa. Aunque con un carácter fuerte, le decis que no y te rebolea algo. Sorprende con lo que hace, con lo que aprende, con la picardia que a su hermano se faltaba a su edad.
Ese es mi segundo hijo. ¿Alguna vez haz tenido la sensación de que el segundo crece más rápido? Con el mayor, yo eataba muy ansiosa… Por todo, o de todo. Quería que sostenga la cabeza, que se sentará, que gateara, que caminara, que empezará a hablar, que coma solo, que diga mamá. Pero al segundo, uno se lo toma más relajada. Todo eso que era nuevo con el primero, todo lo que te hacía ansias, te emocionaba, ya lo viviste. Quizás por eso no estás tan ansiosa de que haga cosas y, cuándo las hace, te da la sensación de que crece más rápido. O quizás sea porque no está en mis planes ni en mis posibilidades tener otro (ya contaré el porqué, en algún momento), porque se que después de él ya no habrá más bebé,  y me da nostalgia.

Pero, también, en cierta forma, crecen más rápido, aprenden más rápido. Mi segundo hace cosas que su hermano no hacía a su edad, como agarrar un coche y hacerlo andar por la pista de autor al sonido del pruuuuu, o treparse a las mesas (si, mi segundo también es más terrible). Es lógico, tiene el ejemplo. Mientras en primero creció entre adultos, el segundo tiene el mejor ejemplo en su hermano (y lo digo en sentido figurado, puesto que no siempre es el mejor ejemplo).
El ve y copia, sigue a su hermano a todos lados, hace lo que él hace. Se pelean, y mucho. Le saca los cochecitos y el primero llora. Entonces, el primero lo Empuja y el que llora es él. El segundo es como que se ve obligado a crecer más rápido. Al primero lo crié con las canciones de Adriana y otras más infantiles, con Mickey y Backyardigans. Hasta los tres años no había visto Cars. El primero, con año y medio, debe haber visto la peli unas 500 veces, ya ve al dichoso autito y lo señala con una sonrisa en la cara… «Ká» te dice el pibito. Si, Cars está entre sus primeras palabras. Pocas veces ve Mickey o Backyardigans (cuando el primero se lo permite) y Adriana, ¡menos!

Al segundo le das menos bola lo dejas más libre. Lo dejas que se suba a una silla o coma su primer chizito de más chico, se da unos cuantos golpes más porque no estás todo el tiempo atrás de él para atajarlo, no lo agarras en upa para evitar que gire en el lugar buscando marearse. Mi segundo es más kamikase, se sube al tobogán y se tira de panza… Y lo peor es que no se lo impido. Es que con el segundo ya estás curada de espanto y, también, tenés un poco menos de paciencia, (mi primero se la absorbió casi toda)

Mi segundo es pura dulzura… Aunque me agote, aunque me vuelva loca, aunque no pueda seguirle el ritmo  ¿Y cono es tu segundo?

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0 comentarios

  1. En el grupo de crianza nos decían que el segundo hijos prácticamente se cría solo porque saben que no van a contar con toda esa atención que los papás dedicamos al primero… ¡qué sabia es la naturaleza!

  2. Lo mismo, lo mismito, puedo decir yo de mi hija pequeña. Con ésta me preocupo menos si se da un golpe, si trepa al columpio y aún no sabe, o cualquier cosa así. Tiene a su hermana de quién aprende. Pero es pura dulzura.

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