Hace tiempo que vengo pensando en la posibilidad de un último intento para ver si la deseada nena llega. Hace tiempo, pero siempre lo postergaba por una cosa o por otra. La realidad es que mis niños ya están grandes, y muchas cosas para las que antes me necesitaban ahora las hacen solos. Y yo ya no tengo muchas ganas de volver a los pañales y a las noches sin dormir.
Eso y el hecho de haber tenido dos cesáreas, junto con una «sugerencia» en la última de que no volviera a embarazarme, hicieron que lo postergue una y otra vez, hasta el punto de ya casi haber decidido cerrar la fábrica. Pues ya esta primavera cumplo los 35 y, ya saben, a partir de los 35 los embarazos son muy riesgosos.
Pero, como dicen por ahí, uno propone y Dios dispone. O bueno, la realidad es que hace un tiempo había dejado las pastillas y estaba cuidándome de forma natural, de acuerdo a mis fechas y venía bien. Pero con la cuarentena eterna que vivimos en Argentina, perdí la cuenta de los días y de este control que llevaba. ¿Consecuencias?
A decir verdad, no voy a caer en esa de que «fue un accidente», tengo bien en claro que ningún método es 100% eficaz, y mucho menos el llamado método natural. Pero lo cierto es que ocurrió cuando menos pensaba que iba a ocurrir, cuando había menos posibilidades.
Y aquí estoy, 8 años después, de nuevo en la dulce espera, con esta panza increíble para tener apenas 12 semanas y con un malestar que con ninguno de los anteriores he tenido. (Por favor, díganme que eso quiere decir que es niña jajaja)
Aquí la último fotito, rozando las 13 semanas.