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Siempre he sido un desastre en la cocina, además de #amadecasanever. La cocina no es lo mio, le pongo toda la onda, de verdad, pero no me sale. Me defiendo, si, pero tengo tan poca creatividad que siempre termino cocinando lo mismo… Tal vez debería empezar a visitar la sección de recetas del Pinterest… 



 


Aunque si los DIY no me salen… ¿Qué puedo esperar de la comida?






 


Pero, aun así, he de decir que tengo alma de repostera… Si, solamente el alma… 






 


Me encantaría saber hacer tortas y decorarlas bien. Cada cumpleaños que hay en casa, hago una torta, no es la gran cosa, pero algo sale… A veces me queda demasiado seca, a veces muy mojada… A veces, para evitar la fatiga, compro esos bizcochuelos que ya vienen listos y cortados, porque, ya lo dije, la cocina no es lo mio y siempre tengo algún problema con la cocción, el desmolde o la mar en coche…






 


Lo que me divierte es rellenarla, decorarla… aunque he notado que la crema como decoración me exaspera. En cambio me encantan las tortas forradas.




 


Un día, hace un tiempo, me dijo ¿por qué no? y me lancé a la aventura de forrar una torta. Un poco de fondant, colorante… y ¡manos a la obra!… O, mejor dicho, manos al desastre…


 







 


Sí, un desastre. No leí en las instrucciones que para que la masa no se pegue debía usar azúcar impalpable… Y la única que había en casa era celeste… Creo que no hubiera quedado muy bien con el fondant blanco… Resultado masa pegoteada.


 





 


Pero, si vamos al caso, no salió tan mal. Aunque debo decir que forrar sin que te queden marcas es tan difícil como forrar una esfera de telgopor grande, con porcelana fria.


 




El siguiente problema fue estirar la masa para que quede del tamaño de la torta… Pues bien, se ve que la torta era más grande de lo que imaginaba… ¡La masa quedó un poco corta! Fue poco de todos modos, y le terminé añadiendo un pedazo. Volver a amasar ya no era posible con una masa llena de dulce de leche. Pero, además, en mi afán de estirarla, se terminó rompiendo un poco.




 


Los detalles cubren defectos… Círculos de color fucsia por toda la torta… y claro, sobre lo roto y remendado y ¡santo remedio! Cubrira la torta con la masa fue otro asunto… hubiera imaginado que era similar a teñir porcelana fria, pero no… Mis manos quedaron más fucsias que la masa. Me hizo rememorar aquellos tiempos en los que hice el curso de flores en goma eva y mis manos terminaban manchadas de tiner y anilina.


   



 


Bueno, creo que después de todo no estuvo tan mal, para ser la primera vez y no haber hecho ningún curso en que podrían haberme enseñado, no haber tenido otro maestro más que San Google, y, sobre todo, teniendo en cuenta que soy un desastre en la cocina.


 






Entonces una va entendiendo otras cosas. Como, el porque de la importancia de tener azúcar impalpable antes de lanzarte a la aventura (problema que debo solucionar en lo inmediato, cuando de cocina se trata, puesto que siempre que estoy a mitad de una receta acabo notando que algo me faltó), o el porque absolutamente todos los que se dedican a esto, ponen bolitas o algún detalle en la parte de abajo de cada torta: claro, es inevitable que al cortar el fondat quede desprolijo, las bolitas ayudan a disimular el desastre.





 




Sin embargo, aun con el desastre de la torta pegada al molde, el fondatn pegajoso y las marcas y rmiendos, esto me divirtió tanto que volvi a repetir experiencia para el cumple de mi segundo… Similares desastres, a lo que se le sumo el calor y la humedad infernal de BuenosAiresQuerido. Así y todo, el resultado no fue tan malo.





 




Y seguramente vuelva a intentarlo para el cumple de Papá Sapo, este mes… Porque yo no me rindo…


 


 








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